jueves, 27 de noviembre de 2008

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Inteligencia

A mediados del siglo pasado los psicólogos conductistas dominaban los estudios con animales en el laboratorio. Aunque sus trabajos fueron muy importantes para la implantación del método científico en la psicología y sentaron algunas de las bases actuales de la conducta, lamentablemente sus concepciones acerca del funcionamiento del cerebro no eran muy acertadas, sobre todo en lo que se refiere a la existencia de la mente. Consideraban que los animales carecían de ella y que se comportaban como meros autómatas. Sin embargo, unas décadas antes Darwin ya había sostenido que el cerebro de los humanos era un producto del proceso evolutivo y que, por tanto, muchas de las capacidades que poseemos se aprecian ya en otros animales. Como dijo Jacob, la evolución es un proceso de bricolaje en el que se van sumando piezas a lo ya construido.

Con el paso de los años se vio que los conductistas estaban equivocados en sus concepciones acerca del cerebro. Ya se conocían algunos casos de inteligencia animal, pero a mediados del siglo pasado comenzaron a estudiarse de forma más sistemática. Desde entonces son famosos los casos de primates, como Kanzi o Washoe, que consiguieron comunicarse a través del lenguaje de signos, cuervos o primates que son capaces de emplear herramientas para conseguir comida, chimpancés capaces de emplear palos y lanzas para cazar, primates o ratas que poseen el concepto de número (algunos incluso llegan a sumar pequeñas cantidades), ovejas capaces de recordar caras tanto de otras ovejas como de humanos por un largo período de tiempo (hasta dos años), o pulpos capaces de aprender por simple observación.

Estos ejemplos suelen ser buenos para apoyar la teoría evolutiva. Es, en parte, lo que toma como base para sus estudios la psicología evolucionista. Su tesis es la siguiente: dado que el cerebro es un producto evolutivo y que la mente no es más que el cerebro en funcionamiento, la mayoría de las capacidades cognitivas que poseemos los humanos no son más que herencias de un pasado evolutivo. Basándose en esta tesis se han propuesto ideas muy interesantes y, en mi opinión, muy plausibles acerca de la moralidad, el arte, o el altruismo. Por tanto, descubrir que los animales son inteligentes y que comparten muchos rasgos de inteligencia con nosotros es un buen paso para aceptar la teoría evolutiva, aunque, por supuesto, no es un argumento definitivo.

El problema al evaluar la inteligencia de los animales suele residir en diseñar los experimentos correctamente. Existen muchas variables que para nosotros pueden pasar desapercibidas y que, sin embargo, el animal puede percibir perfectamente. Ahí van un par de ejemplos:

-Posiblemente el caso más famoso en este sentido es el del caballo Hans el Listo, que era un caballo alemán que podía, según su dueño, contar, sumar y contestar a cuestiones de toda índole, incluidas las de temática política. Efectivamente parecía que el caballo tenía una capacidad extraordinaria para realizar cálculos matemáticos. Se le planteaba el problema y el caballo comenzaba a golpear el suelo hasta que alcanzaba el resultado correcto, recibiendo su correspondiente recompensa. ¿Cuándo se descubrió que Hans no tenía tal capacidad? Cuando se le impidió ver las caras de aquellos que estaban presenciando las pruebas. Hans el Listo era listo pero no porque supiese realizar operaciones aritméticas sino porque era capaz de advertir gestos inconscientes de las personas que presenciaban sus pruebas. Cuando golpeaba repetidamente el suelo había un momento (cuando había alcanzado el resultado esperado) que las caras de los allí presentes se relajaban o mostraban algún gesto diferente y esas pistas eran aprovechadas por Hans para dar con la solución. Al problema planteado

-Otro caso no tan famoso pero también muy elocuente fue el de unos monos capuchinos a los que se les realizó una prueba de categorización. Se expuso a los monos a dos tipos de diapositivas, unas que contenían personas y otras “no personas”. Los monos sólo tenían que pulsar el botón adecuado y si acertaban recibían una recompensa. Después, cuando ya habían entrenado suficiente se pasaba a los monos diapositivas de personas y “no personas” completamente nuevas, para ver si habían sido capaces de crear esas dos categorías. Los resultados iniciales fueron muy prometedores, con un 75% de acierto en las diapositivas nuevas. Pero los investigadores no se conformaron con ese resultado y estudiaron a fondo las diapositivas por si hubiese alguna pista que ellos no detectaban pero los monos sí, del mismo modo que había ocurrido con Hans el Listo. Para ello, analizaron el nivel medio de brillo y los objetos que aparecían en el fondo de las diapositivas. Finalmente lo que descubrieron fue que una proporción significativa de diapositivas categorizadas incorrectamente por los monos como pertenecientes a “persona” tenían una mancha roja en algún lugar de la imagen. De esas diapositivas que realmente eran de “no persona”, las que se identificaban con mayor probabilidad como persona tenían una mancha roja como característica de un animal o una flor. Por tanto, los monos no parecían utilizar las categorías de los experimentadores en absoluto; si acaso, categorizaban las imágenes usando criterios muy diferentes de los que los seres humanos que habían diseñado la prueba habían imaginado.







martes, 25 de noviembre de 2008

Emociones

Las emociones están compuestas por cuatro aspectos: Uno Subjetivo, tiene que ver con los procesos cognitivos y dan lugar a los sentimientos; el Biológico, que tiene una función evolutiva; el Fisiológico donde el principal involucrado es el sistema nervioso autónomo y las hormonas; y el componente Social que tiene un aspecto funcional, es decir el del propósito y un aspecto expresivo, que es el conductual.
Las emociones tienen un origen a nivel de sistema nervioso central (SNC), que no podrán entenderse en su totalidad si no se toma en consideración los aspectos fisiológicos que las controlan y las desencadenan1, su función biológica, la neuroquímica, y las conexiones neurales involucradas en su activación a nivel de SNC. Por lo tanto el estado emocional de un individuo es el resultado de la interacción entre la actividad fisiológica y la evaluación cognitiva de la situación. Las cogniciones emocionales determinan el tipo de emoción que se tienen, mientras que la actividad determina la intensidad1.
Lo presentado anteriormente no sólo aplica para los seres humanos ya que las investigaciones del desarrollo evolutivo del sistema nervioso diseñadas para entender la fisiología a nivel de SNC, los estudios farmacológicos y quirúrgicos se han hecho por medio de estudios comparado de los sistemas nerviosos de animales de distintos tipos o phylums contra la de los humanos, y esto ha sido posible a que se acepta la tesis de la “continuidad evolutiva”. La genética y las ciencias morfológicas han demostrado que existe una continuidad filogenética entre todas las especies de vertebrados, incluyendo la nuestra; así que existen similitudes funcionales entre nuestros órganos y los del resto de los animales del subphylum vertebrata al que pertenecemos. Y si existen similitudes entre nuestras funciones biológicas y fisiológicas, ¿por qué no suponer que existen similitudes entre humanos y animales de tipo cognoscitivas, de conciencia y por lo tanto de emociones?

Psicología animal

Estrechamente relacionada con la psicología comparada, la psicología animal es el estudio del comportamiento de los animales. Esta disciplina psicológica aparece como consecuencia del punto de vista evolucionista pues éste sugiere que no sólo existe una continuidad en los rasgos físicos de todos los animales sino también en sus capacidades psicológicas y en su conducta. Se inicia con la obra de Darwin "Expresión de las emociones en el hombre y los animales". Las primeras investigaciones de psicología animal se hicieron en términos mentalistas, fueron poco rigurosas y dieron lugar a interpretaciones antropomórficas; así, John. Romanes (1848-1894), darwiniano ortodoxo, quiso buscar las facultades mentales del hombre en los animales. Lloyd Morgan (1852-1936) supuso un avance en la investigación objetiva de la conducta animal, y presentó una ley que determinó el desarrollo de la psicología posterior y la superación del antropomorfismo, la ley de la parsimonia o parquedad: el psicólogo debe intentar explicar una acción a partir de una facultad psíquica inferior antes que de una superior (por ejemplo, si podemos explicar una acción a partir de los procesos de condicionamiento, hagámoslo, y no nos refiramos a una supuesta inteligencia del animal).
Con E. L. Thorndike (1874-1949) y los funcionalistas proliferaron extraordinariamente los laboratorios dedicados al estudio de la conducta animal, aunque aún desde una perspectiva mentalista. El propio J. B. Watson (fundador del conductismo) dedicó sus primeras investigaciones al aprendizaje animal, pero en los términos mentalistas del funcionalismo. Pero a partir de 1904 Watson propone una psicología sin introspección y no mentalista, lo que llevará a la psicología animal en una dirección totalmente nueva, objetiva, y centrada en el análisis del aprendizaje en los términos del condicionamiento.
La etología ha mostrado las limitaciones del enfoque conductista en la comprensión de la conducta animal pues dicho enfoque descuidó los determinantes filogenéticos del condicionamiento y restringió la investigación a las situaciones artificiales de la experimentación en laboratorio.
Dada la connotación mentalista que tiene la denominación "psicología animal" como consecuencia de sus orígenes, muchos autores prefieren otras títulos para referirse al estudio de la conducta animal: biología del comportamiento, fisiología del comportamiento, psicobiología...